Es claro que en un ambiente de dolor y tristeza, como en los hospitales, los semblantes que irradian preocupación son ostensivos. Vemos que el equipo médico con determinación hace todo lo posible, pero lo restante, lo imposible, se le deja a la voluntad de Dios.
Según la agenda del Comité de Hospitales le llegó el turno al gran Hospital San Juan de Dios. En efecto, la Virgen María fue llevada por los corredores del sanatorio, comenzando por el quirófano de mujeres. Por los pasillos, al paso de la Virgen, muchos semblantes cambiaron y la esperanza era encontrada.
Viendo el lugar, recordando tantos otros similares, con cuanta razón desde tiempos lejanos los cristianos rezan en la Salve: “en este valle de lágrimas”. Para aquellos que abren su corazón, esas lágrimas son endulzadas por la “Oh Dulce siempre Virgen María”.