A pocos días de su fallecimiento queremos recordar de una forma muy especial a nuestro tan querido y dedicado Terciario D. Carlos Bóveda, que se destacó de una forma singular en la propagación del Apostolado del Oratorio María Reina de los corazones.
Recibe a la Santísima Virgen en tu casa, para que Ella te reciba un día en el Cielo
Con este sencillo ceremonial, se recibe en cientos de hogares salvadoreños el Oratorio de la Virgen de Fátima, que pasará un día siendo el centro de las atenciones de la familia que tiene la alegría de acogerla en su seno.
Cuantos kilómetros recorridos, cuantas parroquias en ciudades, pueblos y cantones visitadas a lo largo de los años. Reuniones con grupos diversos, eventos, ánimo sin cuenta. Así transcurrieron largos años de actividad evangelizadora entablada por parte de D. Carlos Bóveda, dedicadísimo Terciario de los Heraldos del Evangelio, miembro de la Comisión de Oratorios. Innumerables hogares abrieron sus puertas a María para que allí naciese Jesús.
Cuantos rosarios rezados junto a la Virgen Madre, meditando en la vida de su Divino Hijo Jesús, contemplando su rostro, profundizando en la Palabra de Dios al meditar el Evangelio. Cuantas gracias recibidas mediante la oración en familia promovida en cada visita realizada por la Comisión de Oratorios.
Cuanto sacrificio al ceder a la misión el espacio reservado al descanso, a los placeres lícitos que proyecta un fin de semana tranquilo.
Pues bien, actividad no le faltó durante años, su oración fue bien continuada y mantenida junto a su inseparable esposa Dña. Loly, y el sacrificio también fue pedido con creces por la Santísima Virgen a nuestro inolvidable D. Carlos, quien con ánimo irrevocable y humilde resignación cristiana, se abrazó en los últimos meses de su vida a la enfermedad que lo llevó el pasado 25 de enero, confortado por los sacramento y la Bendición Apostólica, a la presencia del Padre.
Ciertamente la actividad atrajo muchas personas para la misión. La oración abrió muchísimos corazones, pero indudablemente el sacrificio bien aceptado fue el que “compró” las gracias para que las almas se afianzaran en la devoción a María.
“Madre, te abrimos las puertas de nuestro hogar y nuestros corazones para que un día nos abras las puertas del cielo”.
Gracias, D. Carlos, por su bello ejemplo, y con la ayuda de Nuestra Señora esperamos un día atravesar ese umbral y allí reencontrarnos.
Que Ella lo acoja con bondad y lo introduzca en la mansión eterna.